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Resultados empresariales: una cuestión de márgenes

¿Quién no ha oído hablar de las subidas del precio de la energía derivadas del aumento del precio del gas? ¿o de los parones en las fábricas de automóviles derivado de la falta de chips para poder fabricar los vehículos? Pues bien, estos temas que inundan nuestra realidad cotidiana van a ser también los protagonistas en la temporada de resultados que está comenzando en estos primeros días del mes de octubre, correspondientes al tercer trimestre del año. Estamos en un mundo que continúa su expansión después de la recesión más rápida de la historia, con lo que los resultados de las compañías cotizadas seguirán mostrando una fortaleza importante, pero es muy probable que los crecimientos más altos los hayamos dejado atrás.

El tercer trimestre del año sigue siendo expansivo en las economías occidentales. Los PMI, índices que miden la confianza de las empresas, siguen claramente en terreno positivo; se sigue generando empleo (recordemos que España por ejemplo ha tenido el mejor mes de septiembre en años) y la política fiscal sigue apoyando la expansión económica, especialmente en Europa con el despliegue de los fondos del Next Generation. La política monetaria continúa auxiliando a las economías; aunque ya se observan vientos de cambio, como muestra el probable fin de las compras de bonos por parte de la Reserva Federal o los comentarios sobre subidas de tipos realizados por el Banco de Inglaterra en su última reunión.

Con este cuadro macro tan favorable, el consenso de analistas espera crecimientos todavía muy relevantes, de más del 20% en el caso de EE.UU. si lo comparamos con las cifras del año pasado, todavía marcadas por la pandemia y las restricciones que llevaba consigo. Si nos fijamos en nuestro Ibex 35; el crecimiento esperado es aún más fuerte, con alzas de más del 100%. La reapertura de nuestra economía, basada, como sabemos, en el sector servicios, ayuda a que las compañías españolas consigan cifras de ingresos y beneficios muy superiores a las del año anterior, cuando la movilidad estaba muy restringida.

Pero, después de dos trimestres de aceleración de las expectativas, en las que los analistas no pararon de aumentar sus previsiones de crecimiento para el 2021, y las empresas incluso superaban los mejores augurios, estamos ante un trimestre algo más complicado. La inflación, ese concepto que ha vuelto a la primera plana de los periódicos después de mucho tiempo ausente, está provocando que las compañías tengan que asumir aumentos de costes de producción que ya no resulta tan fácil traspasar a sus clientes, con el consiguiente deterioro de los márgenes. Como ejemplo, Amazon ha subido tres veces su salario mínimo en los últimos meses; y en Europa los costes energéticos presionan las estructuras de costes de las empresas y los problemas de suministro están provocando apagones en las cadenas de producción de las principales automovilísticas del Viejo Continente.

¿Cómo afecta la inflación a los resultados empresariales?

Ante este escenario más complejo, los mercados han dejado de descontar una aceleración en el crecimiento de beneficios tanto para lo que resta de 2021 como para 2022; y las compañías han comenzado a avisar de los aumentos de costes, principalmente por mayores precios de las materias primas y el aumento espectacular de los costes de envíos de mercancías. Es importante recordar que ya se alertaba de estos problemas antes de las últimas publicaciones de resultados, pero finalmente las empresas demostraron su capacidad de adaptación a entornos cambiantes, superando las cifras marcadas e impulsando a los índices hacia nuevos máximos. ¿Pasará lo mismo en esta ocasión?

En este entorno inflacionista, la diferencia entre los diferentes sectores económicos se va a agudizar más. Por ejemplo, sectores como el de alimentación, con márgenes bajos, pueden sufrir mucho. Los supermercados tienen un entorno competitivo muy complejo, con poca diferenciación entre ellos, lo que provoca que, por lo general, tengan miedo a realizar subidas de precio agresivas a sus productos; ya que los consumidores somos muy sensibles al precio y podrían perder una cuota de mercado que luego es muy difícil de recuperar.

En entornos de inflación como el actual, este tipo de empresas suelen tener que absorber parte de esos incrementos de costes, y, por tanto sus márgenes se ven penalizados.

En cambio, compañías en sectores de altos márgenes, y con productos diferenciados, deberían de poder traspasar mejor las subidas de costes a sus clientes finales, sobre todo si operan en un mercado cuasi monopolístico. Por ejemplo, empresas fabricantes de máquinas para la elaboración de chips, como la europea ASML o la americana KLA Corp tienen en su catálogo elementos clave para las cadenas de montaje para los chips. Sus productos son de alta tecnología, y la precisión de los mismos ahorra muchos costes para los clientes; a los que no les quedará más remedio que aceptar subidas de precio si no quieren rebajar sus estándares de calidad en la producción.

En resumen, esta temporada de resultados será clave para la evolución bursátil de los próximos meses. Las valoraciones son altas con respecto a la media histórica, y los bancos centrales están iniciando su “retirada”, con lo que, si el crecimiento de beneficios no acompaña, podemos ver caídas bursátiles, sobre todo en aquellos valores que hagan “profit warnings, es decir, que no cumplan con las expectativas marcadas.

De todos modos, hay que impedir que las ramas no nos dejen ver el bosque, y lo cierto es que seguimos en una expansión económica muy importante, que, más allá de baches en el camino, debería de apoyar un camino alcista de la bolsa en los próximos meses.

 

* Artículo completo en Cinco Días.